Como Perros y Gatos: Como Ana y Marina
Eran más de las cuatro de la tarde cuando llegaba Marina a casa de su hermana Ana, por allá en algún barrio de Venezuela. Era un par de morochas nacidas en los años cincuenta. Ya era costumbre tomarse un café acompañado de dos o tres cigarros casi cada tarde juntas. Marina con su andar sobrado, siendo siempre ella misma, mujer sabia, vecina atenta y colaboradora, elocuente y, a veces, un tanto exagerada. - ¡No joda! ¡Cuando Dios pensaba una vaina, era porque papá ya lo sabía! - aseguró Marina alguna vez, recordando lo sabio que fue su padre. Ana un poco más cruda y directa, sin pelos en la lengua, realista, grosera y ordinaria, crítica y consejera, vecina atenta, sincera y transparente a más no poder. El nombre vulgar del pene era su palabrota favorita, podía combinarla como quisiera y aplicarla en cualquier situación. - ¡Ve a ver si te cortas ese g#%#$, c*** de tu madre! - regañaba a su hijo, quien al parecer, ya había engendrado un par de bebés por ahí. Ana y Marina nunca estaban de...