Cronología de una venganza. Parte I: El pimentón.

Mayo de 2015. Una mujer abrió su nevera, pensó tirar algo envuelto en papel de aluminio, llevaba semanas allí y por alguna razón creía que era un trozo de torta que había traido su marido de algún cumpleaños pasado. Pero le dió por abrirlo antes de tirarlo, solo esperaba ver un bizcocho viejo con merengue deshecho.

Pero no... Era un pimentón congelado, envuelto en papel de aluminio. Dentro del pimentón había una separación, en la parte de arriba un papel con los nombres completos de ella y su marido, una cinta roja y alguna esencia esotérica. En la segunda mitad del pimentón, la razón  para matarlo esa misma tarde y haberse ahorrado el resto de esta historia, había otro papel pero solo estaba el nombre de ella, también un mechón de su cabello y esencia de corderito manso, sí, ese es su nombre. ¿Que cómo sabía ella que se trataba precisamente de esa esencia?

Pues resulta que unas semanas antes ella encontró en el cuarto de los trastos una bolsa llena de envases de plástico pequeños con el nombre de varias esencias esotéricas, lo cual le pareció sospechoso pero no le hizo mayor caso, pues ya sabía que él practicaba cosas como rituales de limpieza para los negocios y para sí mismo. La mentada esencia del corderito era fácil de distinguir, pues eran dos líquidos, uno verde y otro rojo que no se mezclaban entre sí.

Durante el descubrimiento, a ella le subía y bajaba un calor en el pecho, su corazón se aceleró, era la rabia pura presente. Dejó sobre la encimera de la cocina el perturbador hallazgo, ya estaba un poco desarmado pero no lo tiró porque esperaba que él llegara del trabajo y lo viera. Se sentía tan estúpida, el pimentón ni siquiera estuvo nunca escondido, ella simplemente no lo vió hasta que tuvo que verlo.

El tiempo pasaba lento... Ni siquiera tenía planeado nada para decirle ni preguntarle, su mente estaba en blanco y sus ojos mirando a la nada. Solo esperaba que él reaccionara primero.

Por fin llegó a casa, se sentó, se hizo el loco y no dijo ni una palabra. Hasta que ella empezó a pedir explicaciones alteradamente, el se puso nervioso, intentó excusarse diciendo que hizo ese trabajo para que siempre les fuera bien y estuvieran unidos. Llanto iba y llanto venía, para ella las de él eran lágrimas de cocodrilo. Se sintió subestimada, era la parte de abajo del pimentón lo que más le indignaba y ofendía. Por un instante llegó a sentirse culpable de algo que solo fue obra de él, llegó a preguntarse si había sido ella tan difícil y tan mala persona como para que alguien tuviera que dominarla con brujería.

Nunca antes sintió una decepción tan inmensa, tan profunda, tan desgarradora. ¿Fue él consciente de lo que hizo, y de las consecuencias que podía tener eso en la vida de ella? Fue la pregunta que siempre se hizo ella, y que él nunca respondió. 

Si la respuesta fuera un no, hubiera sido más fácil  dejarlo pasar como a las travesuras de un niño. Pero cuando la respuesta fuera un sí, estaba ante alguien que sabía el mal que estaba haciendo y no le importó. Sería como dormir con la maldad, y que a veces la maldad te diga que te ama. Vaya formas de amar se ven en este mundo.

Descubrir que te han hecho brujería para amarrarte puede resultar perturbador, independiemente de si crees o no en ello, es un hecho oscuro que repercute en tí a nivel emocional y psicológico, de lo que poco se habla. Puedes sentirte defraudada, engañada, manipulada, y vulnerable, por decir algunas.

En el pueblo de aquella mujer, siempre fue comentado que las personas víctimas de ese tipo de trabajos parecía que se apagaban, por dentro y por fuera, su vida en general se estancaba, incluso podían enfermar de forma recurrente sin razón aparente. Para bien o para mal, ella y mucha gente creía en esto.

No me preguntes por qué pero ella siguió allí, intentó seguir adelante, realmente esperaba poder perdonar aquella atrocidad, a pesar de que no lo tuvo fácil puesto que nunca pudo borrar de su mente la imagen del pimentón rojo.

Pero había un trabajo que no se podía ver desde afuera, y era ese que empezaba a construirse dentro de un corazón herido, dentro de una mente subestimada. Le llaman venganza... así empezó la historia de Emily y John.

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