Como Perros y Gatos: Como Ana y Marina
Eran más de las cuatro de la tarde cuando llegaba Marina a casa de su hermana Ana, por allá en algún barrio de Venezuela. Era un par de morochas nacidas en los años cincuenta.
Ya era costumbre tomarse un café acompañado de dos o tres cigarros casi cada tarde juntas.
Marina con su andar sobrado, siendo siempre ella misma, mujer sabia, vecina atenta y colaboradora, elocuente y, a veces, un tanto exagerada.
- ¡No joda! ¡Cuando Dios pensaba una vaina, era porque papá ya lo sabía! - aseguró Marina alguna vez, recordando lo sabio que fue su padre.
Ana un poco más cruda y directa, sin pelos en la lengua, realista, grosera y ordinaria, crítica y consejera, vecina atenta, sincera y transparente a más no poder. El nombre vulgar del pene era su palabrota favorita, podía combinarla como quisiera y aplicarla en cualquier situación.
- ¡Ve a ver si te cortas ese g#%#$, c*** de tu madre! - regañaba a su hijo, quien al parecer, ya había engendrado un par de bebés por ahí.
Ana y Marina nunca estaban de acuerdo en nada, apenas coincidían en el día en que nacieron y en su gusto por el café y el cigarro. Pero siempre encontraban de qué hablar, aunque sea de lo mismo que otros días: la gente, la moral, la realidad, la vida; pero el debate cogía calor cuando se trataba de política.
Ana era seguidora del chavismo. Marina todo lo contrario. La primera se afanaba en defender el sistema, la segunda no se cansaba de refutar las ideas de su hermana.
Allí van de nuevo... El debate se agita, ya no se entienden porque hablan a la vez.
Ana le llama cabeza de - biiiiiiiip - (ya saben, su favorita).
- Pero cabeza de g#%@$ ¡entiende, no joda!
- ¡Pero Ana, pero Ana, pero Ana!
Marina le mienta a su madre, que en realidad es la misma de ella.
Y los que están presentes, sueltan las carcajadas al aire; una discusión entre ellas era como ver un buen sketch de comedia en vivo, y por mucho que hubieras estado antes, siempre resultaba gracioso.
Obstinada, se iba Marina a su casa murmurando que Ana no entraba en razón, mientras esta se quedaba rezongando de su hermana.
Al día siguiente sobre las cuatro de la tarde, allí estaban nuevamente Ana y Marina, café y cigarro en mano para seguir queriéndose a su manera, como perros y gatos, como hermanas unidas e inseparables a pesar de sus ideas, a pesar de sí mismas.
Me recuerda a unas morochas que conozco
ResponderEliminarJajaja!
EliminarEra pa'coger palco, las contiendas de mis tías xq sabíamos que en la tarde susederia otra vez, LOS DETALLES DE LA VIDA
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