Nuestro Insólito Carmelo
Ahí estaba Carmelo, en el sofá de su sala, celular en mano, siempre en silencio, para no ser delatado por el tono de los mensajes entrantes. Al mismo tiempo ella, su mujer, entre la sala y la cocina corría por aquí y recogía por allá, alistando todo para ir a trabajar.
Él juraba que era un maestro ocultando cosas; ella no estudió actuación pero disimulaba muy bien que ya sabía lo que ocurría entre Carmelo y su "teléfono".
Como inspirada por la gran Santa Cristina Maica, la mujer de Carmelo, planificadamente, se dejó deslizar en un affaire con un amigo de éste. Desde entonces ella miraba a su esposo con la sonrisa interna de quien se siente ajusticiada; pero no era suficiente, si él no lo sabe ni lo sufre entonces no es venganza, pensaba ella.
Días más tarde, se encontraba ella esperando a su esposo para el almuerzo. Él llegaba con tanta hambre como siempre, mesa servida, listo para probar su primer bocado cuando, ipso facto, ella le advierte amablemente:
- Si yo fuera tú no probaba esa comida... Él, aún con la boca abierta, la mira desconcertado. - ¿Por qué? Pregunta, incrédulo.
- Tiene veneno para ratas... Le suelta ella con absoluta normalidad, como si se tratara de pimienta o laurel. Enseguida el rostro de él cambió.
- ¡Ja ja ja ja! Con esa burlona carcajada, continuaba Carmelo con su incredulidad. Ella también se ríe y empieza a probar su comida. Él cree que es una broma y hace lo mismo, hasta que ella empieza a hablar muy serenamente...
- Se lo que andas haciendo desde hace meses, no te esfuerces en negar nada, tengo pruebas, por todo eso anduve con uno de tus amigos y le he puesto veneno a tu comida, pero no te preocupes, he calculado la dosis necesaria para que no te mueras; soy una mujer de negocios, solo estoy saldando una deuda, si eres capaz de vivir con esto, podremos continuar con nuestro teatro hasta que la muerte natural nos separe. Cuando te recuperes hazme saber tu decisión.
Una vez más boquiabierto, con las manos presionando su barriga cervecera, sus ojos rojos y exaltados, entre el dolor de estómago y la estocada en el ego, no podía hablar, mucho menos digerir ni creer todo lo que estaba oyendo. Ella solo seguía comiendo y lo miraba sonriente, hasta que quiso brindarle ayuda.
Pocos días después aquél hombre logró recuperarse del envenenamiento, pero no de su ego malherido. No había salido del hospital ni tampoco de la fase de negación, eso no podía pasarle a él.
- ¿Pero por qué a mi? ¿Por qué ella? Se preguntaba lo mismo una y otra vez. Y ante estas interrogantes, de repente apareció de espaldas, una silueta de mujer esbelta, cabello largo oscuro, tacones puntiagudos y traje de cuero rojo.
- Carmelo, Carmelo... No me mires así que no he venido a sacarte fiesta. Que por andar de faldero es que estás aquí. Préstame atención...
- ¿Y tú quién eres? Pregunta, encantado y temeroso a la vez.
- Tu conciencia...
- ¡Ahora sí me morí! ¿O estoy soñando?
- Ni lo uno ni lo otro, estás más despierto que cuando te ibas de faldas los fines de semana. ¡¿Cómo tu me vas a preguntar que por qué a ti?! No seas tan cínico mijo.
Calladito, escuchaba Carmelo a aquella sexy y particular conciencia, con cara de niño chiquito regañado. Y ella seguía con su sermón bastante criollo...
- Yo no se de qué te sorprendes, ¡francamente! Te mandé muchas señales, las canciones, los refranes y hasta las leyes universales te lo dicen: el que a hierro mata, a hierro muere. El que a hierro mata no puede morir a sombrerazos. Lo que es bueno pa'l pavo es bueno pa la pava. ¡El karma! ¡La ley de acción y reacción! ¡Qué se yo!
Carmelo continuaba sorprendido, sin saber ni qué decir. Y su conciencia remataba...
- O sea, mijito, te estoy diciendo que lo que das es lo que recibes. ¿Tú que esperabas, un paquete de Amazon? ¡Hazme el favor vale! Guerra avisada no mata soldado. Ya te lo dije. ¡Me voy! Hablaremos cuando recapacites.
Con esta peculiar forma de manifestarse, desapareció la conciencia de Carmelo, y quedó aquel hombre mirando a los lados, más desconcertado que Adán en el día de las madres.
Que viva la venganza!!!!! 😃
ResponderEliminar¡Jajaja! Nooo, la venganza nunca es buena, mata el alma y la envenena. Al menos eso decía El Chavo del 8.
EliminarBuenísimo 😅😅😅😅😅
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