Cronología de una venganza. Parte IV: Ceniciento sometido
2016. Después de aquel acto de grado, el tiempo pasó sin mayores trastornos; el bebé esperado fue una niña y entonces Emily tenía algo más importante en qué concentrarse. El instinto maternal y la poca satisfacción laboral la llevó a buscar algún tipo de trabajo que le permitiese pasar más tiempo con su hija, no quería ser de esas madres que pasaban todo el día trabajando y cuando se daban cuenta, de repente sus hijos ya eran adultos...
2017. Emily decidió empezar un pequeño negocio desde casa, así que se arriesgó dejando su empleo fijo y se aventuró en aquel camino. Pero aquello no fue como esperaba, y con el tiempo lo dejó de lado.
Paralelamente y sin que ella se diese cuenta, algo más se estaba perdiendo, era ese brillo y esa alegría que le habitaba años atrás. Evadía mirarse en el espejo y ya no le gustaba como le quedaba su ropa. Un traumático postparto y una lactancia prolongada le habían hecho perder mucho peso. Ni siquiera podía invertir en mejorar su aspecto físico, la situación económica en aquel momento no daba para mucho, era John quien cubría los gastos de la casa; ella no era de las que piden y exigen, y él no era de los que te darán para que vayas a la peluquería.
Estaba resultando agotador estar siempre en casa, ya no se reunía con amigas, después de la universidad cada una hizo su vida, algunas ya se habían marchado del país buscando mejor calidad de vida. En ocasiones sentía rabia de que John saliera cada viernes a ver a sus amigos, pero en el fondo, a veces se preguntaba si estaría sintiendo envidia de él, porque ella ya no tenía más vida que su faceta de madre.
Casi como cenicienta, de aquellas salidas él siempre regresaba a la media noche. Nunca le contaba a ella nada más que lo justo, que bebieron, hablaron y oyeron música, pero alguna vez más que otras llegaba a casa molesto de haber discutido con alguno de sus amigos. ¿Hasta dónde habrá sido cierto?, se preguntaba ella recordando que muchos hombres fingen enojo al llegar a casa para que no se les haga preguntas y se les deje tranquilos.
Pero así como cenicienta dejó un cabo suelto al salir corriendo de aquella fiesta, una noche John se encontró envuelto en un lío que para Emily nunca quedó del todo esclarecido.
Empezó a recibir llamadas amenazantes de un malandro que le exigía que le pagase una botella de licor. Ella le preguntó con inquietud qué era lo que estaba pasando, él le contó escasamente... pero ella tenía la percepción de que esa historia estaba incompleta, ni siquiera quería decir dónde estuvo esa noche, aunque luego dijo que fue en la plaza del pueblo.
La siguiente noche el malandro volvió a llamar, Emily estaba presente. El otro hombre amenazaba a John con darle unos tiros si no le pagaban su botella. Éste parecía sumiso al responder, le decía que él no sabía nada, aunque su cara y sus gestos denotaban nervios y un poco de corte, como si no quisiera hablar delante de su mujer. Pero el hombre del otro lado del teléfono no entendía razones, solo le insultaba e intimidaba.
Con su pequeña hija en brazos, Emily no pudo evitar sentir miedo por los tres, sabía bien de lo que eran capaces los malandros de su pueblo, si tenías una deuda y no pagabas, te cobrarían con tu vida o la de tus familiares.
Lo curioso e inmediatamente indignante para Emily fue ver a un hombre tan prepotente, temperamental y predispuesto como John, siendo sumiso ante el otro hombre que le acosaba.
Y eso, junto al miedo que ella tenía fue lo que hizo estallar su ira arremetiendo contra él... "¡A mí sí me has gritado y ofendido, a mí sí me has levantado la voz, hasta me has dejado con la palabra en la boca, ¿es que a mí me ves más indefensa? ¡Claro, porque yo no tengo un arma! ¡Ah! pero con ese malandro no te alzas. Has dejado que te trague y te vomite y no le respondiste como me has hablado a mi". ¿Para eso sales los fines de semana, a buscar problemas? Para otras cosas no te alcanza el dinero pero para beber sí que tienes!"
Y esa fue la gota que derramó el vaso, haciendo que John recobrara su carácter de machito alfa, se levantase muy bravo del sofá y le respondiese a ella en toda su cara, y la cara de su hija... "¡Tú aquí no pones ni un bolívar, y en esta casa no falta nada, así que no te metas en mi vida, lo que yo haga o deje de hacer en la calle no es problema tuyo!"
Su alma y su cuerpo se inundaron de tanta ira que su sangre ardía y sus ojos se aguaron, y aunque no pudo abrir su boca para responder, sentenció mentalmente a su marido y sin apartar la mirada fúrica de él, juró para sí misma que algún día le haría pagar sus humillaciones, le haría arrepentirse, saldría adelante y por fin lo dejaría.
Y así tuvo Emily otra noche para el recuerdo, otra noche donde le hicieron sentir que no valía ni aportaba nada en la vida, otra puñalada en el ego de una mujer que años atrás se creía inteligente, valiosa y útil. Otra noche para su colección de causas de una venganza.
Me encanta está historia, espero el próximo capítulo
ResponderEliminarGracias!
Eliminar🙍🏼
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