Mi Tío Rogelio. Capítulo II: La muerte del ladrón.

Fue una noche mientras tu tío Rogelio y su novia dormían, cuando entraron a su casa unos ladrones; eran siete, todo estaba oscuro y pasó muy rápido. Él dió la voz de alto y quiso asustarlos para ahuyentarlos, así que disparó con su arma reglamentaria. Casi todos escaparon, pero uno de ellos resultó herido de frente. El mismo murió después, de camino al hospital.

     Así recuerda los hechos Cornelia, la cuarta de los seis hermanos; y ahí empezó el principio de una pesadilla urdida por la maldad, aplicada tanto en el plano legal como el espiritual.

Al velorio de aquel muchacho acudió nuestra prima Gertrudis, porque era colega de un familiar del difunto. Estando allí, ella oyó sin querer, que al muerto lo iban a preparar para enterrarlo acomodado.

    En el mundo de la brujería y según las creencias populares, enterrar a un muerto acomodado es un trabajo que se hace para que el difunto se lleve a quien lo mató, tras lo cual este último muere, como mera coincidencia y de cualquier causa, casi inmediatamente después del entierro.

Gertrudis se fue casi corriendo de aquel velorio hasta la casa de mamá para contarle lo que acababa de oir. Mamá estaba lavando ropa, pero dejó inmediatamente lo que hacía, agarró su cartera y salió con mucha prisa a ver a la señora Brida quien vivía cerca del cementerio  y era muy popular en el pueblo por sus conocimientos y remedios esotéricos.

La señora Brida dijo que a esas alturas estaba dificil, porque el entierro estaba por suceder; aún así se comprometió a ver qué podia hacer por él. Habiendo terminado su labor, le adviritó a mamá que ella hizo lo que pudo pero que, si aquellos habían hecho el trabajo correctamente, ya se sabía lo que iba a pasar cuando enterrasen al difunto.

    La comisaría donde tenían retenido a mi tío Rogelio estaba ubicada en la misma calle del cementerio y mientras se acercaba la gente del funeral, los dolientes desde afuera gritaban insultos contra él.

Después del entierro, gracias a dios no pasó nada. Según la señora Brida, los familiares no supieron hacer el trabajo, porque de lo contrario tu tío no estaría vivo todavía. Sin embargo, ella le advirtió a mamá que aquel maleficio podría causarle dolores de cabeza y hacer que viese sombras. Así que tu abuela mantuvo a tu tío "en tratamiento" con la señora, acudiendo a consultas con ella incluso dos o tres veces por semana.

    Por otra parte, la familia del muerto se dirigió hasta las oficinas de un periódico regional a exigir justicia, alegando que el difunto era tan solo un joven deportista; pero en la realidad del pueblo se comentaba que el muchacho ya se había metido en otras casas y hasta contaba con un cargo por robo.

    Cuando mi abuela iba a visitar a mi tío Rogelio, él le contaba que a veces podía sentir al muerto respirando muy cerca de él; ella, como buena madre le recordó que debía ser fuerte, tener voluntad y no dejarse llevar por nada de eso.

"Él ya se salvó hija, pero quieren perturbarlo para que se vuelva loco y así podría inventar cualquier vaina trágica llevado por la desesperación. ¿Tienes alguna comadre de sacramento?" Preguntó la señora Brida a mamá. Ella pensó en Marina, una de sus hermanas menores a quien le había bautizado un hijo.

"Tienes que hablar con ella, explicarle lo que pasa y preguntarle si está dispuesta, porque aunque ella sea tu hermana, tu amiga o lo que sea, debe saber a lo que se va a enfrentar", aclaró la señora a mi mamá.

    Posteriormente, Marina aceptó ayudar a su sobrino, mi tío Rogelio. La señora Brida hizo su trabajo y le dejó saber que ella sentiría los dolores de cabeza mucho más fuerte que él, pues según las prácticas esotéricas, la comadre de sacramento podía servir como una protección y un medio para canalizar los efectos del maleficio que le habían hecho a él.

    Así pasaron semanas hasta que los malestares fueron desapareciendo. Más adelante fue trasladado a la cárcel de otro pueblo cercano. Yo tenía cuatro o cinco años cuando le visitábamos; todavía recuerdo los autobuses largos y amarillos en los que íbamos hasta allá, el sol brillaba mucho y las olas golpeaban en el malecón de la playa.

    Estando ahí dentro, mi tío aprendió a hacer manualidades con papel y paletas de madera, de los que tuvimos en casa portarretratos y pequeños cofres hechos por él. No recuerdo nunca las rejas, por su condición de policía e intachable conducta le permitían estar libre en las cercanías de aquel pueblo.

Pero los privilegios de tu tío llegaron a oidos de los familiares del muerto y fueron nuevamente a las oficinas del periódico a denunciar que "el asesino de su familiar andaba libre por ahí". Tu tío fue trasladado a una cárcel de mayor seguridad, situada más lejos. Por suerte, allá contó con la generosidad de algunos de sus compañeros, quienes compartían incluso la comida con él.

    Quizá el destino hubiese sido otro, pero hay quienes dicen que todo lo que pasa, ocurre tal y como debía ser. Según sucedieron los hechos y habiendo sido en defensa propia, mi tío hubiese podido quedar libre al momento, pero se supo de manera extraoficial que los familiares del ladrón, al saber esto pagaron para que el cadáver fuera perforado por la espalda y así poder simular un homicidio a traición, lo cual le dio un giro a la sentencia que le dictaba doce años de cárcel.

    Después de tanto tira y encoge ante el Tribunal Supremo y descubrirse que no hubo ninguna bala que entrase por la espalda de aquel muchacho y que todo fue manipulado y pagado, de los doce años cumplió tres, hasta que finalmente salió sano y salvo a recuperar su libertad tras el tiempo perdido.

    Durante un tiempo no le fue fácil rehacer su vida y alcanzar la estabilidad, pero al final salió el sol, y es que, tal vez, a la vida no le queda otro remedio que ceder y dejar de ser tan dura cuando un hombre ha sido bueno, valiente, optimista y fuerte, incluso en medio de la adversidad.


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