Mi Tío Rogelio. Capítulo III: Cuentos de Camino

    Háblame de mi tío Rogelio... le dije a mi Tía Aracelis, quien era la tercera de los seis hermanos y así lo describió:

    Él fue un niño muy obediente, olvidadizo como Edwar, su hijo mayor. Su música favorita siempre ha sido la salsa; nunca le oí ni una sola palabrota hasta que fue al servicio militar, pero papá con solo una mirada se lo dijo todo. Durante años no volví a oírle decir malas palabras delante de papá y mamá. A pesar de ser el varón, papá siempre estaba pendiente dónde o con quién podría estar; no lo recuerdo de ser un chico de pleitos ni peleas callejeras, nada de eso. ¡Ah, pero mujeriego toda su vida, eso sí!...


     Tía Kary, la menor de los seis, también colaboró en la recolección de anécdotas y me contaba entre risas: 

    Un día, durante una reunión familiar tu tío Rogelio, mundano y nada religioso como todos nosotros, empezó un debate contra tres muchachas que predicaban el evangelio de Cristo, tú sabes, por llevarles la contraria. Ellas sostenían que a Dios no le gustaba el consumo de alcohol y él replicaba argumentando que a Jesús le gustaba tanto que convirtió toda el agua que quiso en vino. Ahora, con las ironías de la vida, tu tío se ha convertido al cristianismo y acepta que puede vivir sin echarse sus traguitos de vez en cuando; pero, según él, lo que sí es francamente difícil ¡es renunciar a las mujeres!

    Mamá también atesora muchos cuentos sobre mi tío Rogelio, de esos que aunque los repita durante el pasar de los años, no dejan de causarle tanta gracia.

    Cuando éramos pequeños tu tío solía hacer bromas burlescas y exageraciones porque yo tenía la boca grande. Un día estábamos recogiendo cocos; yo quería beber agua de coco a través de alguno de los tres hoyos pequeñitos que traen marcados. Le dije: "ábrele un huequito al coco justo a la medida de mi boca". Así que tu tío Rogelio, con una sonrisa maliciosa, lanzó un machetazo al centro del coco abriéndolo en dos partes a todo lo ancho y me lo entregó: "Aqui lo tienes, justo a la medida de tu boca"; y se echó a reír.


     Una vez, siendo todavía un muchacho, dos primas del poblado se enteraron de que él salía con ambas a la vez, así que un día lo confrontaron para que eligiera entre ellas. Él terminó escogiendo la que más le gustaba. Cuentan que la que salió perdiendo, luego se la pasaba cantando la de Amanda Miguel, Él me mintió.

    Mamá todavía ríe a carcajadas si vuelve a contar la vez que un par de amigos de mi tío Rogelio fueron a verse a escondidas con la madre de otro amigo mientras éste último no estaba en casa. A mi tío le tocó la tarea de cantar la zona (vigilar y avisar si venía alguien). Era una zona muy rural y no había electricidad por allí en aquellos tiempos, era de noche y la carretera estaba tan oscura que cuando mi tío pudo percatarse de que venía su amigo Eugenio, hijo de la señora, ya era demasiado tarde. No pudo ir a avisar y optó por esconderse rápidamente.

    Desde afuera mi tío Rogelio podía oir el berenjenal que se formó cuando Eugenio entró a su casa y encontró a su madre en una situación comprometedora con sus amigos, tras lo cual exclamó: ¡Coño vale, no joda! ¡Uno no puede darle confianza a los amigos porque se le cogen a la mamá!

    Yo, de solo imaginar semejante escena me reiré de por vida con ese cuento. Y qué decir de aquella vez cuando mamá y mi tío Rogelio comentaban sobre aquellos perfumes para hombres, que eran tan buenos que prácticamente atraen a las mujeres casi derretidas ante ellos; a lo que mi tío enseguida exclamó sin glamour alguno: "¡Coñooo, eso es a lo que yo llamo un perfume bajapantaletas!" Fue la primera vez que oímos tal cosa y sobra decir que fue muy cómico para nosotras.


    Aún recuerdo cuando tenía yo unos dieciséis años, tal vez, y me escribía una ilusionada mujer de un caserío de la zona, alta, negra y delgada: ¡Ay hija, ayúdame con tu tío, yo lo quiero mucho! Ella le regaló un CD de Rudy la Scala que yo mantuve guardado durante un tiempo.

    Mi tío, que se autodescribe como feo, chiquito, cabezón y pelabolas ("pelar bolas" es no tener dinero, para los que no son de Venezuela), no logra comprender cómo puede atraer mujeres sin ningún esfuerzo. Mamá, medio muerta de la risa, le responde que puede ser carisma, algo que se lleva en la sangre, o un nosequé, que ¿qué sé yo?

    Estas tan solo han sido algunas de las muchísimas aventuras y experiencias que le ha tocado vivir a mi tío Rogelio en cincuenta y ocho años de camino, y que he plasmado aquí como un homenaje en vida a quien forma parte de mi clan familiar masculino por el lado materno, conformado por hombres trabajadores, resolutivos, hogareños, con valores y buenas intenciones, de los cuales estoy muy orgullosa.

    Mi papá siempre ha sido para mí un héroe, fue mi papá y mamá durante un tiempo; él y mi abuelo fueron mis maestros al enseñarme cómo vivir una vida entre desafíos y retos; hoy tengo la edad que tengo gracias a ellos, incluyendo a mi bisabuelo Cata. Mi papá me enseñó buenos principios y hoy le doy gracias a Dios por eso.

Edwar, su hijo mayor.

    Para mi era una emoción muy grande cuando mi papá llegaba a casa a recogerme durante las vacaciones.

Nere, su segunda hija.

    Por mi parte, si al pasar los años oigo el contagioso ritmo de Cuero na' ma o escucho a alguien mencionar "un perfume bajapantaletas", siempre me acordaré de mi tío Rogelio, de su buen sentido del humor y de la complicidad que siempre vi entre él y mi madre como los buenos y grandes hermanos que son.

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