Cronología de una venganza. Parte IX: Intermitencias
Se escribieron el uno al otro, a ver qué fue de sus vidas y él, que vivía tan lejos de ella, se dispuso a conducir hasta su pueblo solo por verla otra vez. Habiendo acordado la cita, ella una tarde volvió a tenerlo en frente después de tantos años.
Con solo subir en aquella camioneta y sentarse a su lado, Emily recordó lo extraordinariamente bien que se sentía cuando estaba cerca de él, como si flotara en el aire y todo fuera perfecto, incluso la música que él solía llevar en su carro, las mismas canciones que a ella le encantaba oir.
Llegaron a un townhouse donde él solía quedarse los años en que trabajó por allí y que aún conservaba, mismo que para ella fue como un refugio en el que siempre estuvo a salvo. Al lado de Alessandro el mundo de afuera desaparecía, los problemas no existían, como entrar en una dimensión desconocida en la que reinaba la paz, al lado de un ser humano que desprendía una vibra de calma, confianza y serenidad.
En medio de las conversaciones, las risas y la entrega de dos mortales que se regalaron la oportunidad de darle un poco de gracia a sus vidas por un día, el tiempo pareció detenerse, y a la vez pasó muy rápido.
Al terminar la tarde hubo que despedirse y continuar con sus vidas, él la llevó a casa y volvió a la ciudad. Ella se quedó con la certeza de que algunas personas nunca se van del todo, sino que quedan intermitentes durante la vida y que algunas historias no tienen final. También con el sabor que le dejaba la felicidad, sabiendo que esta no es eterna, que tan solo son momentos que se disfrutan estando plenamente presentes, a veces solos y a veces acompañados de personas que valoran nuestra presencia en sus vidas.
Abril, 2019. Los días siguieron pasando, porque al tiempo, igual que a la mayoría de la gente, no le queda otro remedio que seguir adelante. Si alguna vez a Emily la culpa intentaba merodearla, ella la ahuyentaba recordando todas y cada una de las humillaciones de parte de John, y aquella salía inmediatamente corriendo de allí.
Alguna vez se preguntó de qué valía una venganza si la víctima no lo sabe y por lo tanto no la sufre. Pero para ella lo importante fue que en esta ocasión hubo una satisfacción personal que le hizo justicia a su ego, porque, a diferencia de la tal Pedro, Alessandro sí fue alguien, y significaba mucho.
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