Cronología de una venganza. Parte XI: Final, feliz o no, pero final

    Emily seguía sin poder cicatrizar las viejas humillaciones recibidas por parte de John, y él seguía siendo un hombre controlador que no veía normal que alguna vez ella tuviera que salir más tarde de su trabajo, o que quisiera hacer nuevas amistades en un lugar donde no tenía a nadie más que a su hija y su marido. Así volvieron las discusiones en las que él siempre dejaba una frase célebre para el recuerdo de ella: yo soy así y si no te gusta es tu problema.
    
    Aunque no era la primera vez que él le decía esas palabras, fue la primera vez que ella se detuvo un instante a ver el trasfondo de todo lo que podía entrañar la tan chocante frase. Yo soy así y si no te gusta es tu problema...  Era la sentencia de un hombre que no veía ningún problema en su forma de ser o actuar, y si lo veía no le importaba; que tampoco tenía la disposición de cambiar o mejorar algo de sí mismo para llevar la fiesta en paz, y que se estaba lavando las manos ante un problema que en realidad era de ambos. En ese momento el tiempo se detuvo y con una respiración profunda ella finalmente se rindió, comprendiendo que allí no había nada más qué decir ni qué hacer.




Mayo, 2022. Ahora tenía ante ella un hombre vacío, físicamente presente y mentalmente ausente; preocupado por vender un negocio que ya no daba los rendimientos que él esperaba; temeroso de consumir el capital una vez que logró venderlo, negado rotundamente a trabajar como empleado para alguien más, ni atreverse a volver a invertir en ese país. Aún quedaba la posibilidad de que ella, quien ya trabajaba, se hiciese cargo de los tres. Pero aún así, con todo el panorama económico como excusa, un día John decidió desesperadamente volver a su país, como si le hubieran echado de uno, o lo estuvieran esperando en el otro.

    Puso en manos de ella la decisión de irse todos juntos, pero ella eligió quedarse, no quiso marchar con él ni rogarle que se quedase allí con ellas, pues para ella no merecía ya la pena hacer nada más por aquella moribunda familia, por mucho que lamentara la venidera suerte de su hija. Tampoco encontraba sentido en intentar retener a alguien que no era capaz de ser feliz en donde estaba y con las que convivía. Aquí o allá, seguirían caminando juntos en un círculo de hostilidad, desinterés, falta de comunicación, control y desconfianza. Había llegado el momento de dejarle en paz, como alguna vez él le habría escrito en un mensaje de texto. En nombre del amor doloroso que aún le tenía guardado en lo más recóndito de su ser, prefería verle libre y satisfecho.

Julio, 2022. Como esos pacientes terminales que muestran mejoría antes de fallecer, los tres pasaron sus últimos días juntos compartiendo en paz, a veces con un silencio que nadie quería romper, como si nada estuviera pasando. Hasta que una noche, con dos maletas grandes y pesadas, John se despidió de Emily y su hija de seis años, quien esta vez sí estuvo despierta para verle partir; y con un beso y un abrazo para cada una, se marchó por segunda vez y definitivamente de sus vidas. Ellas le observaron a través de la ventana hasta que subió a un taxi y esa fue la última vez que le vieron.


    A diferencia de la primera vez, Emily no se quedó mirando a la nada, sino que tuvo el impulso de recoger todo lo que quedase de él por allí, limpiar toda la casa y borrar todas sus huellas , su olor, su energía y deshacerse de todo eso para empezar desde cero cuanto antes. En ese momento no había duelo, ya llegaría más adelante; solo una necesidad imperante por cortar de una vez por todas lo que colgaba de un hilo desde hace mucho tiempo.

    Emily eligió quedarse en aquel lugar apostando por una mejor calidad de vida para ellas, consciente de que las circunstancias podrían tornarse más duras siendo madre soltera, pero ya no tenía miedo y no sería la primera vez que enfrentaba la vida sola. Ahora tenía una fuente de sustento que era su empleo y podía valerse por sí misma, tal como juró en su mente aquella noche del 2017, cuando él le restregó en su cara que no tenía ni un bolívar para aportar en casa y por tanto no podía opinar sobre lo que él hiciera.

    A sabiendas de que una venganza no le iba a hacer más feliz, no pudo nunca deshacerse de ese amargo sentimiento que hasta entonces solo había conocido en las películas y telenovelas, donde los personajes resentidos pasaban años de su vida planificando cómo le iban a cobrar a su enemigo el daño que les causaron. Y es que hasta las canciones lo dejan claro: el que a hierro mata no puede morir a sombrerazos.

    Así termina la historia de una mujer que por más que tuvo la voluntad de olvidar y superar cada ofensa de su marido para construir una familia normal para su hija, se dejó invadir por el resentimiento que opacó el amor que sentía por él y por ella misma, y acabó calculando friamente cómo vengarse de su marido. Consiguió pagarle a John sus infidelidades y mentiras con la misma moneda, hizo que él trabajase para sacarla de la adversidad que se vivía en su tierra natal, y cuando ella ya tenía la estabilidad que necesitaba decidió no continuar el camino con él.


    John y Emily quizá solo eran el reflejo de sus propios intereses, inseguridades y crianzas. Ella procedente de familias estables, y él, de un abuelo que tuvo que irse, un padre que los dejó, probablemente él también debía irse, porque lo sepamos o no, lo queramos o no, la mayoría de nosotros va por ahí repitiendo patrones y sosteniendo lealtades familiares invisibles. Por otra parte, él pudo haber sido un maestro de los que te manda la vida para enseñarte duramente que debes quererte, respetarte y valorarte a ti mismo, para que otros puedan hacerlo.


    John, de 54 años, vendió la casa en donde vivieron. Se comunica con su hija frecuentemente. Dejó algunas deudas antes de marchar. Alguna vez mostró arrepentimiento y hasta pensó en volver. Nunca se disculpó por nada de lo que dijo. Comenzó una nueva relación con otra joven ingenua, pues los hombres controladores no suelen llevarse bien con mujeres experimentadas y seguras de sí mismas.

    Emily, de 34 años, probablemente la verdadera villana silenciosa de esta historia, se levanta cada mañana para acudir al trabajo que paga su lista de metas por lograr. Aún evita hablar con John, salvo para lo indispensable acerca de su hija en común. Ahora quiere volver a su país. Alguna vez se preguntó si habrá valido la pena quedarse allí en vez de haber ido tras él. Ya no espera sus disculpas. Siguió trabajando en sí misma, haciendo terapia, incluso constelaciones familiares de la mano de una gran guía experta en el tema, pero todavía le cuesta implicarse por completo en una nueva relación de pareja. Su terapeuta dice que debe honrar al padre de su hija, con el cual estará unida de por vida; debe hablar bien de él y tenerle en cuenta para la crianza de la niña, pero aún no se le da bien. Se propuso no vengarse nunca más de nadie.

    La hija, de 8 años, eventualmente pregunta por qué se fue el padre y por qué no se fueron ellas con él. Sigue en contacto con él y sueña con visitarle pronto. Ahora acompaña a su madre por la vida y si alguna vez la encuentra llorando, la abraza sin decir nada y la mira como si dentro de ella habitara el espíritu y la sabiduría de alguna mujer mayor cercana.





Comentarios

  1. Me encantó el final, así tenía que ser para que Emily y su pequeña realmente pudieran ser felices y salir adelante

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  2. Felicidades, continúa escribiendo historias como esta

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  3. Me gustó mucho la historia, sobre todo el final, espero que sigas escribiendo, éxitos para ti

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